lunes, 7 de enero de 2013

Con gritos de luciérnagas

Tu silueta no dibuja arabescos conocidos, ni se esconde entre las sábanas cuando el viento golpea, gracioso, en la ventana. La vida afuera es tan diminuta, tan torpe, que todos suspiran sin saber por qué, que todos ríen sin escuchar cómo les revienta el eco por dentro. Duermes mientras barro la casa despacio y despiertas con el café o con el ruido insistente del panadero en el parque. Escuchas las voces de los niños y te robas algún detalle de esta habitación roída por las lluvias. Nada sobrevive a las paredes amarillas sino despiertas. Todo es tan apuesto, amor, tan APUESTO, que prefiero lustrar las losas donde colocaremos, más tarde, los senderos con gritos de luciérnagas.


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