miércoles, 7 de noviembre de 2012

Encuentro


El vuelo viene retrasado y mamá mira el reloj cada tres segundos. Intenta calmarse, pero la veo llorar sin que pueda detener las lágrimas e imagino que pronto el aeropuerto naufragará en su llanto. Mamá se seca el rostro, con el mismo pañuelo que mi hermano le dejó antes de irse, y le tiemblan las manos y no puede quedarse quieta en un solo lugar. El vuelo viene retrasado y yo miro a las demás familias, todas lloran y hablan sobre la migración. Todos están nerviosos con la mirada fija en la pista de aterrizaje, se aprietan las manos y miran a la pista, lloran y miran a la pista; pero la pizarra no anuncia ninguna llegada.

Mi mamá, las demás familias, esperan a rostros que no ven hace diez o quince años, rostros que crecieron en fotos y en llamadas telefónicas y en paquetes que siempre se retardaron. Y yo en medio de las lágrimas pensando, sin entender muy bien por qué, en qué diablos me habrá traído el muy cabrón.

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