jueves, 19 de julio de 2012

Todas las noches de verano

Hablaste de profanarme. Luego accediste al juego con las manos. Fue extraño ver a los amigos en el cuarto, es verdad, pero al menos piensa que no estuvimos solos, que cruzamos la línea a la par, que nos alejamos de la palabra NO con el mismo miedo que le tenemos al SÍ. Ellos se mantuvieron en vela, por nosotros, y vigilaron todos los movimientos: el de la pierna más abajo, el de ponte boca arriba, y hasta la quietud y las justificaciones del después, cuando la cordura bajó al colchón a preguntarnos qué habíamos hecho. Y no le respondimos, nos queremos y nos basta.

Desde entonces, todas las noches de verano, tendrán un olor distinto.






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