Nada más tiene que parar a la hora que yo le diga, frente a los establecimientos que yo le diga y que usted bien sabe, no se me haga el tontuelo, que estas cosas todo el mundo las ve aunque sea con los ojos cerrados; entonces me creerá. Y si se queda cerca para el momento en que comienza la función –porque lo es- advertirá cómo los cubanos han aprendido bastante de las sagas de caballerías. Y poco importará si el mismísimo
Mio Cid o
Don Quijote, con molinos y lanzas, están de primeros en la cola, ellos quedaran derrotados ante las nuevas estrategias de combate.
Poco interesan ya las buenas normas, sí, se sabe que la situación está difícil y que los dependientes, los horarios y las cantidades de los productos no se lo ponen a uno muy viable, pero no creo tampoco que la situación tenga que ser un caos. No creo que las colas transfiguren en escenas de películas del oste o en la tonta secuencia americana donde solo los héroes salen airosos y con el botín en mano.
Los botines también varían, tenga la certeza que eso dependerá de hacia donde se mueva, ese día en específico, la necesidad de la gente. Y no me venga con cuentos, conseguir cualquier cosa en estos tiempos por la derecha es toda una proeza, y quizás hasta sea cuestión de suerte. No saben todos esos que «resuelven» por detrás del telón, de las cosas que se pierden en una buena cola.