viernes, 15 de julio de 2011

Palabras en cruz

Foto: Ismael Francisco
(...) Enfrente el horizonte, con alborear divino, \ Promete que mis sueños cumplidos han de ser; \ Detrás, donde se agolpan las brumas del camino, \ Resurgen las queridas imágenes del ayer...

Rubén Martínez Villena

 
  Se quedó sentado en el borde del mar. Para siempre. Los pies tienen el inevitable olor a sal, y la camisa se pierde en puntillas sobre la espalda de la ciénaga. Oscurece. Se escucha el silencio, los mosquitos, pero Argelio mira más allá. Parece alcanzar el espacio de nadie. Lo toma. Regresa. Y sostiene las cinco décadas, que en su puño, pesan muy poco. Allí están. ¡Playa Girón es ahora tan pequeña!
  Aún el pelo no se le ennegrece del todo. Parece más joven. La figura de caballero andante es prodigiosa, también la sonrisa que regala confianzas e invita a escuchar historias como si fuesen cuentos de hadas. Pero no lo son. Entonces hay que apretar fuerte las palmas de las manos y colocar los pies firmes sobre el suelo de su casa. Félix Argelio Lafita Puentes vive hoy en Playa Larga, la misma playa que fue violada en un amanecer de abril.

   Llegó hace cincuenta años. Justo cuatro días antes de la invasión. Tenía apenas 26, y junto a 13 compañeros conformarían las milicias revolucionarias en el sur de Matanzas. Guantanamero de nacimiento, más no regresó. Una historia y una cenaguera lo hicieron anclar para siempre en la misma tierra que aplastó a los fusiles mercenarios.
  El grupo de Argelio se dispersó en distintos poblados para cumplir su misión. Soplillar, Pálpite, Girón y Playa Larga, quedaron cubiertos por estos muchachos que enseñarían al pueblo a manejar las armas; pero no imaginaban el poco tiempo que le restaba para ello. El batallón 339 de Cienfuegos compartió también aquellos días con Lafita “queríamos ayudar en todo lo que pudiésemos, y le dimos una mano también al escuadrón cienfueguero”.
  El propio 16 de abril de 1961, Argelio se encontraba junto a dos compañías en las cercanías de Playa Larga. “Yo estaba reunido con aquellos muchachos explicándoles a usar el armamento que tenían. Aproximadamente a la 1 o las 2 de la madrugada, uno de ellos me pide que mire hacia la playa, pues se observaban unas luces extrañas, y si hacíamos silencio, se escuchaban también algunas explosiones”.
  La vida les cambiaría a golpe de metralla. Los mercenarios estaban muy cerca. Faltaba poco para que tiñeran de rojo el pedraplén de la ciénaga aún sin terminar, y asesinaran a los zapatos blancos de Nemesia.

Foto: Ismael Francisco
“Yo dije, -vamos a hacer silencio- y efectivamente, a lo lejos se escuchaban constantes detonaciones”. Era la invasión a Cuba que tanto había preparado la CIA meses antes. “Habían algunos botes de pescadores a orillas de la playa que tenían armas dentro del barco, y en cuanto se dieron cuenta de la situación, comenzaron a disparar.
  “Todo sucedió muy rápido. De repente desembarcaban unas lanchas de aluminio que tenían pintada una calavera negra. Intentamos comunicarnos con el personal del central Australia y con los 7 milicianos que se encontraban en Playa Larga junto a un microonda. La primera orden consistió en formar una trinchera y resistir hasta que llegasen los refuerzos. Nosotros, en dos o tres camiones, montamos a todo el personal que pudimos y de inmediato fuimos para la playa”.
  La Bahía de Cochinos se pintó del verde de los cobardes, y el aire se inundó de las balas que no le perdonaron a nadie la vida. Las ráfagas de disparos cubrían todo el espacio. Destruir a la Revolución, a Castro, retomar las propiedades nacionalizadas a partir del ’59, eran las directrices de los tiranos. “En cuanto llegamos al lugar del desembarco nos dispersamos por el terraplén. Para ese entonces ya los mercenarios habían tomado la trinchera y se encontraban por todos lados a lo largo de la carretera.
  “Estando ya en Girón coincidimos frente a frente con un grupo de invasores y le dimos el alto. Ellos contestaron que pertenecían al ejército de liberación que venía a independizar a Cuba; nosotros rápidamente le gritamos: -¡Patria o muerte!, viva Fidel-, y comenzamos a disparar”.
  Los refuerzos llegaron con el amanecer. Un batallón de Matanzas y otros provenientes de Cienfuegos entraron por Yaguaramas, Horquita y el resto de la costa. La antiaérea y los tanques que se sumaron al combate, contrarrestaron a los mercenarios, dándoles el tiro de gracia. “Ya en las horas finales de la ofensiva, luego de tomar Playa Girón, nos ordenaron realizar un peine para capturar a los mercenarios que restaban. Nos encontramos con un cocinero y un cura. Ambos quisieron librarse de la justicia revolucionaria alegando que no venían como usurpadores –ríe- pero los dos traían armas y venían disparando”.
  La calma sobrevino después de la tormenta. Muchos héroes quedaron a la vera del camino. Lo dieron todo por salvaguardar las conquistas. Más los norteños no pudieron apoderarse ni de un gramo de tierra. Argelio bien lo sabe. A su lado cayeron muchos gigantes, los mismos que horas antes aleccionó en el uso de las metrallas. Sus rostros jamás se le han olvidado. En honor a ellos, días después, constituyó las milicias en la Ciénaga de Zapata.
  Félix A. Lafita es hoy uno de esos hombres de Girón. Conocido en toda Playa Larga y Cuba. Los tres hijos y los nietos, pueden sentirse muy orgullosos de su apellido, el que ayudó a destruir las absurdas ansias imperiales.
  “Girón significó mucho para mí, sobretodo porque, prácticamente, allí volví a nacer”.

Durante la boda de Laffita en la Ciénaga / Foto: Ismael Francisco

2 comentarios:

  1. Lafita, es de esos hombres que nos ayudan a vivir, por su modestia, su tranquilidad, su paz, lindo trabajo Meli, mucha suerte la de nosotros de llegar a esa casa....

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  2. Así es, así mismo fue... gracias pr compartir también este trabajo, que sin tus fotos no hubiese sido el mismo. Solo nos queda la deuda con Laffita y con Nemesia, de llevárselo...

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